El analista sorprendedor

Analista sorprendedor (1996)1 no es un error, es la sutil manera de leer a Lacan a la que Miller nos tiene acostumbrados. En esta oportunidad se trata de Lacan hablando a propósito de la cuestión de la realidad2. El término sorprendedor es una creación neológica que ¡nos sorprende!

Una magnífica intervención en Milán, en la cual Lacan habla de la interpretación y del lugar que conviene al analista, subrayando que “lo que se espera de la sesión es justamente lo que uno se rehúsa a esperar: la sorpresa”, en una franca referencia a Theodor Reik.

La intervención de Miller que voy a comentar, introduce la cuestión de la sorpresa desde el título mismo que han escogido para la publicación: “De la sorpresa al enigma”3, haciendo un recorrido que vale la pena seguir orientados por el título de las Jornadas “Lo que hablar quiere decir”.

Es la cuestión de la sorpresa, entonces, lo que va a guiar a JAM y también lo que me ha interesado para pensar la interpretación en el marco preparatorio, en Barcelona, de nuestras próximas XXII Jornadas. Dividiría el texto en dos partes, la primera sería donde trabaja la idea misma de “sorpresa” y en la segunda, donde ubica la sorpresa en relación con otros fenómenos de la experiencia misma.

Me referiré a la primera, pasando rápidamente por el escrito lacaniano de 1967, el cual comienza con una referencia al asombro, cuestión que Miller se ocupa de distinguir de la sorpresa. “El asombro es un estado de ánimo…virtud del poeta o del filósofo”. El asombro es capaz de durar. En cambio, la sorpresa, es discontinua, eruptiva y, sobre todo, no dura, no se puede permanecer allí.

En 1964, hablando de los fenómenos del inconsciente, Lacan dice: “En una frase pronunciada, escrita, algo viene a tropezar. Estos fenómenos operan como un imán sobre Freud, y allí va a buscar el inconsciente. (…) Lo que se produce es un hallazgo que es a un tiempo solución, no acabada, ya que posee ese rasgo tan particular que es la sorpresa: lo que rebasa al sujeto, lo que encuentra más y menos de lo que esperaba, lo que encuentra es invalorable”4.

En el caso de T. Reik -citado por Lacan en ese escrito-, en las Confesiones de un psicoanalista5, pretende dar cuenta de qué es un psicoanálisis a través de pasajes de su propio análisis. Reik subraya la dimensión de sorpresa que el desciframiento del inconsciente supone. Así, destaca Lacan, se ve como la sorpresa, queda ubicada del lado del analizante.

Al respecto, Miller advierte y esto es importante, de los inconvenientes del analista sorprendido. Hay ocasiones en las que el analista es sorprendido por el analizante, lo que resulta totalmente contrario al anhelo, generalizado, de ganar experiencia para que la clínica sorprenda cada vez menos. Por lo tanto, quién es sorprendido en la práctica, el analista o el analizante, es relevante a la hora de plantear una práctica orientada lacanianamente.

El “ser sorprendido” del lado del analista lleva a una reflexión acerca de la posición del analista en el dispositivo, que resulta sumamente necesaria. Al respecto, sólo mencionaré una frase milleriana por lo que tiene de enseñanza: “La decepción es la respuesta que se merece cuando se ha convocado la sorpresa”6.

En cambio, el analista sorprendedor es lo que conviene. Pero atención, se trata de sorprendedor y no sorprendente. ¿Qué sería un analista sorprendente? El que maravilla con sus atributos, el de la performance. El adjetivo sorprendente dice del sujeto, pero, en cambio, sorprendedor sería el nombre que indica que se apunta al efecto, en definitiva, que está en relación con el acto.

Ni sorprendido, ni sorprendente, sorprendedor.

El analista sorprendedor es el que “sorprende algo cuya incidencia original fue marcada como traumatismo”7. Sorprendedor de lo real, dice Miller, para señalar la orientación del acto del analista. Aquello original, marcado como traumatismo, es lo real.

De esta manera, la cuestión de la sorpresa considerada a partir del acto del analista, conduce directamente a la interpretación, en el sentido de señalar cuál es el lugar que conviene al analista.

Miller hace una observación que considero fundamental, tomando en cuenta que estamos en 1996: ¿Por qué tendríamos que sorprender lo real si es lo que siempre vuelve al mismo lugar? Porque si lo real vuelve siempre al mismo lugar, lo real es lo que para el sujeto no puede ser evitado. Por tanto, el analista intentará sorprender las fugaces emergencias.

Pero, también podemos preguntarnos qué relación tiene el analista con la sorpresa. Se necesita cierto deseo de sorpresa, dice JAM. Es preciso que haya ese deseo de sorpresa para lograr sorprender. ¡Nada de estándares! Lo que se opondría al deseo de sorpresa sería una voluntad de control a cualquier precio. ¿Acaso el deseo de sorpresa no es un modo de nombrar la posición del analista como docta ignorancia? ¿Podría haber deseo de sorpresa desde una posición de saber?

Así planteado, el analista sorprendedor es posible sí y solo sí, el analista sabe ignorar lo que sabe8. ¿Para qué? Para hacer aparecer la separación entre el significante y la significación. El efecto de la sorpresa es restituir algo de la separación entre el significante y el significado. Y es entonces cuando percibimos que “el significante no es transparente ni evanescente, que tiene su propia densidad, que no muere en los brazos del significado que engendra, que los significantes solo hablan a los significantes. Los significantes se entienden entre ellos (…) Este destello de lucidez lo tenemos en la sorpresa, donde recuperamos algo de la separación del significante y el significado”9.

Si “lo que hablar quiere decir” está sujetado, el efecto de sorpresa es lo que conviene para que la separación se produzca y algo del orden del decir pueda oírse en lo que se dice.

 

Patricia Heffes,
Psicoanalista en Barcelona,
patriciaheffes@gmail.com

 

Notas:

  1. Miller J.-A., Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2021, p. 19.
  2. Lacan J., “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad”, Otros escritos, Paidós, 2012, pp. 371-380.
  3. Agradezco a Patricia Tassara quien me recordó este texto a propósito de la cuestión del enigma.
  4. Lacan J., El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1987, pp.  32/315.
  5. Reik T,., Confesiones de un psicoanalista, Hormé ediciones, Buenos Aires, 1965.
  6. Miller J.-A., Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, op. cit., p. 18.
  7. Lacan J., “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad”, op. cit., p .373.
  8. Cf. Lacan J., “Variantes de la cura tipo”, Escritos, Ed. Siglo XX1, Buenos Aires, 1985, p. 336
  9. Miller J.-A., Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, op. cit., p. 25