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Carmen Cuñat

De la enunciación al decir

Carmen Cuñat

1. “La canallada moderna”

La próximas Jornadas de la ELP nos invitan a introducirnos de lleno en el discurso actual sobre la salud mental o, más bien, en los tratamientos que se imponen apelando a la necesidad de que los padecimientos se expresen, se digan, invitando a acudir a la escucha de un especialista, bajo el lema “hablar hace bien”. Rápidamente observamos que esa invitación está sostenida en una guía o protocolo regido por significantes amos que habitualmente acompañan las demandas, o dicho de otra forma, de “lugares comunes” que parecen tener como único fin homogeneizar el discurso dejando fuera la singularidad del hablante y ante todo la posibilidad de que el inconsciente comparezca.

A propósito de los lugares comunes, J.-A. Miller menciona al final del Cap. 4 de Un esfuerzo de poesía1, el “Diccionario de los lugares comunes” de Flaubert.

Haciendo notar el avance del discurso de la ciencia, Miller señala que “el reino del significante amo o del número es aquello de lo cual se hace portavoz ese igualitarismo que a fin de cuentas cabe llamar por su nombre en lacaniano pero que ya está en Flaubert, es el ejemplo mismo de la canallada moderna”2. Flaubert, retoma una vieja idea, apuntando a “la glorificación de todo lo que aprobamos” como, por ejemplo, “que la mayoría siempre tiene razón” y que “hay que deshonrar a toda originalidad como peligrosa” En este diccionario, dice Flaubert, “se encontrará entonces por orden alfabético, sobre todos los temas posibles, todo lo que hay que decir en sociedad para ser un hombre decoroso y agradable”3.

En el inicio del excelente texto de orientación de las Jornadas realizado por sus directoras, se hace mención, en efecto, de esta cuestión:

“El título de nuestras próximas Jornadas nos propone pensar en la vigencia del concepto de inconsciente ante la virulenta insistencia de los discursos contemporáneos que buscan desestimarlo bajo la consigna del “yo fuerte”, la resiliencia, la gestión o el empoderamiento del individuo”4.

A lo que podríamos añadir : la dependencia emocional, la empatía, la autoestima, la zona de confort, la pareja tóxica, etc. todos esos lugares comunes con los que se intenta nombrar el malestar y sus arreglos, sin dar el mínimo espacio a una enunciación propia, a la originalidad que puede aportar un decir singular, que como dice el texto de nuestras colegas, “invite a recuperar la sorpresa que anida en la emergencia de otro que habla en nosotros, a hacer la experiencia de la imposibilidad de hallar la palabra justa capaz de dar cuenta del malestar. Algo que siempre se escapa”5.

El igualitarismo del cual hace gala el discurso actual sobre la salud mental consiste en poner un significante amo sobre el asunto sin vacilar en forcluir el decir.

2. Ex-sistencia, discurso y eficacia del decir

Sobre la cuestión del decir Lacan estuvo atento desde sus inicios. Sabemos que para ello se apoyó en la lingüística estructural. Ferdinand de Saussure inauguró esta orientación planteando la diferencia entre significante y significado, pero fue Lacan quien utilizó la barra como separación, recordando que de Saussure encerraba significante y significado en un círculo y los consideraba como dos caras del signo. Por otro lado, Emile Benveniste, promoviendo el “Análisis del discurso”, invitó a proponer la diferencia entre enunciado y enunciación, y ello poniendo el acento en el acto de hablar, a diferencia de Saussure.

El acto de hablar no es sin interlocutor, alguien a quien dirigirse. Las propuestas de Benveniste sin duda fueron de gran valor para Lacan. Solo hay que señalar algunas de ellas para comprobar su afinidad: “Es un hombre hablante el que encontramos en el mundo, un hombre hablando a otro, el lenguaje enseña la definición misma del hombre”6.

Benveniste se opuso a la comunicación tal como la planteaba el conductismo. Señalaba, por ejemplo, como la comunicación entre las abejas no tiene nada que ver con el uso del lenguaje en los humanos, que no es un mero instrumento. El instrumento es siempre posterior al lenguaje. El lenguaje es consustancial a la naturaleza del hombre.

Ya en sus aportaciones se apreciaba bien la necesidad de diferenciar lenguaje y discurso, lenguaje como léxico y sus reglas, el discurso como la puesta en acto del lenguaje que lo hace revivir.

Así Lacan pudo acogerse a esta partición para decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje pero que se pone en juego en el discurso analítico y sosteniéndose en la transferencia.

Lacan retomó la diferencia entre enunciación y enunciado en el grafo del deseo7.

En el primer piso tenemos los enunciados que están sometidos al discurso del Otro, del cual recibimos nuestro propio mensaje de una manera invertida. En el segundo piso se muestra que el inconsciente no sólo se define como discurso del Otro sino que lo que está en juego es la enunciación sujeta a la demanda pulsional.

Lacan retomará esa división en su última enseñanza -cuando pone el acento en el goce y no en la lógica del significante-, ayudándose de los términos de decir y de dicho que, sólo aparentemente, son homólogos a enunciación y enunciado. Su texto “El atolondradicho”8, es el exponente máximo de esta nueva aproximación poniendo el acento en “las vueltas del dicho” en la experiencia analítica, donde se pone principalmente de manifiesto, en el mismo título del escrito (“les tours du dit”), la equivocidad del lenguaje sostenida en su materialidad.

Esta propuesta estará presidida por un aforismo: “Que se diga queda olvidado detrás de lo que se dice en lo que se oye”9.

Lo que Lacan señalará ahí es que el decir “ex-siste”(cf. Heidegger) a los dichos, es decir, Lacan marca la distancia entre el decir y los dichos, no hay continuidad ni armonía entre el decir y el dicho como parecía mantenerse entre la enunciación y el enunciado10.

Miller señala también que finalmente la enunciación tal como se entendía necesitaba de emblemas, necesitaba de un lugar propicio desde donde se enuncia, un estrado por ejemplo. Sin embargo el acto de decir, que se olvida, es la cara silenciosa de la enunciación, es más humilde, menos pretenciosa.

El decir, necesita de un parlêtre que se comprometa con el acto de decir y un cuerpo en el que resuena el dicho.

Esta nueva perspectiva apuntará ante todo a la interpretación analítica, la cual, añade Miller, ha perdido su valor de oráculo. Frente al decir no solo vale escuchar ni, por supuesto, apelar a lugares comunes. La última enseñanza de Lacan marca un modo de hacer que aleja a la interpretación analítica de la donación de sentido, se trata más bien de apuntar a lo real, al goce del parlêtre que sustenta el decir. “Interpretar, escandir, puntuar, cortar”11, son los modos del acto analítico para hacer ex-sistir el decir del parlêtre, que no es sin cuerpo.

Ex-sistencia, discurso y eficacia del decir a propósito de la interpretación, son los términos que guían esta nueva orientación.

La interpretación analítica es la enunciación propia de la experiencia analítica. En “El atolondradicho”12, Lacan señalará una característica esencial de la interpretación analítica: lo apofántico, remitiéndonos a Aristóteles aclarado por Heidegger. ¿Qué es lo apofántico?, es hacer escuchar algo que queda aparte (apos), hacer patente algo de lo que se habla con el habla misma pero que es irrepresentable; permitir “ver” (fainos, dar luz) en el habla, es decir, no dar explicaciones, ni descripciones, ni que se exprese una demanda o un anhelo, es, en definitiva, apuntar a la causa del deseo, a la sazón el objeto a, haciendo uso de la equivocidad y del enigma. Lacan insistirá en señalar que de lo que se trata en el acto analítico es “llevar un enunciado al enigma de su enunciación”, es decir, ponerlo en suspenso13.

 

Carmen Cuñat

 

Notas:

  1. Miller J.-A., Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires, 2016, p. 74.
  2. Ibid., p. 73.
  3. Ibid., p. 74.
  4. Larena P. y Meyer C., “Lo que hablar quiere decir”, XXII Jornadas de la ELP. 
  5. Ibid.
  6. Benveniste E., “La subjetividad en el lenguaje”, En el margen, revista de psicoanálisis. 
  7. Se pueden consultar los Textos de orientación de las Jornadas, ante todo el de Vicente Palomera y el de Óscar Ventura, que nos recuerdan esos momentos de elaboración de Lacan.
  8. Lacan J., “El atolondradicho”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.
  9. Lacan J., Ibid., p. 473.
  10. Miller J.-A., Un esfuerzo de poesía, op. cit., esquema p. 61.
  11. “Interpréter, scander, ponctuer, couper”, Título de las 53 Journées de l'École de la Cause freudienne.
  12. Lacan J. “El Atolondradicho” op. cit., p. 497.
  13. Zaloszyc A., Résonances, Accueil Boussole, 11/9/2023.