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Decir, hablar, oír

Vicente Palomera

“Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se oye”1.

 

Lacan nos acostumbró a distinguir enunciado y enunciación como división interna al campo del lenguaje, pero, a partir de 19702, no se refiere únicamente al lenguaje sino también a la estructura del discurso, estableciendo una distinción entre el decir y los dichos.

En este aforismo debemos estar atentos a las formas gramaticales que Lacan utiliza para articular el decir y lo dicho, el enunciado y la enunciación. Lacan señala que el acto de decir queda olvidado tras lo dicho, pero no podemos pasar por alto que tras este complejo juego verbal hay tres niveles:

a) “lo que se dice” (el dicho);

b) “que se diga” (el decir olvidado); y,

c) “lo que se oye”.

Las tres constituyen el nudo en el que se apoya la cura analítica. En una cura el elemento esencial es la palabra y esta palabra fácilmente gira en el vacío. Este dar vueltas de la palabra en el vacío, Lacan lo llama “palabra vacía”3 y también “discurso corriente”4. En ningún momento, Lacan dice que se pueda hacer desparecer el “discurso corriente”, solo que en la cura analítica es menester hacer existir el decir, hacer que exista otro tipo de palabra que no de vueltas en el vacío. Esta palabra es la que llama “palabra plena”5, palabra que apunta a decir la verdad, aunque bien pronto Lacan pondrá de relieve, no tanto la verdad, como hacer ex–sistir una palabra que sea un decir. El decir es de un orden distinto respecto de lo que siempre se plantea como verdad: el decir solo se acopla [al dicho] por ex–sistirle6.

Si nos fijamos bien, Lacan escribe “…en lo que se oye”. Es justo éste el primer efecto de la entrada en análisis, obtener que el sujeto “se oiga hablar”. “Oírse hablar” es distinto de “escucharse hablar”. Lo que se produce en una entrada en análisis es una separación del “escucharse hablar” (actividad más bien autoerótica) y el “oírse hablar”. Es en el “oírse hablar” donde puede surgir el decir, cuando aparece un “(yo) digo” que permite tomar distancia respecto a los dichos7.

El comienzo de un análisis empieza así a dar relieve a un decir que es el correlato del “te escucho” del analista. Este “te escucho” del analista produce en el analizante el que se oiga hablar. Una vez que se oye hablar deja de dirigirse al analista como a un otro que sería su prójimo para dirigirse a un Otro absoluto, un Otro impersonal. El analista le prestará el apoyo, con su presencia, oficiando como “hombre de paja” o mejor como funcionario al servicio del Otro.

La puesta en juego de la suposición de un sujeto a ese saber impersonal, “saber de nadie” que indica que hay decires visiblemente eclipsados por la masa de dichos a través de generaciones y formando el enjambre de enunciados superyoicos que acabaron por confundir la existencia del sujeto. Lacan lo llamó “discurso del otro”, que no es el discurso del otro abstracto, el otro en la díada, mi correspondiente, sino que “es el discurso del circuito en el que estoy integrado y soy uno de sus eslabones. Es el discurso de mi padre, por ejemplo, en tanto que mi padre ha cometido faltas que estoy absolutamente condenado a reproducir: lo que llaman super-ego. Estoy condenado a reproducirlas porque es preciso que retome el discurso que él me legó, no simplemente porque soy su hijo, sino porque la cadena del discurso no es cosa que alguien pueda detener, y yo estoy encargado de transmitirlo en su forma aberrante a algún otro. Tengo que plantearle a algún otro el problema de una situación vital con el que muy posiblemente él también va a toparse, de tal suerte que este discurso forma un pequeño circuito en el que quedan asidos toda una familia, toda una camarilla, todo un bando, toda una nación o la mitad del globo. Forma circular de una palabra que está justo en el límite del sentido y el sin sentido”8.

Es en la entrada en análisis cuando el sujeto puede empezar a oírse decir “(yo) digo que…”, empezando a enunciar los distintos “digo” que han llenado una existencia habitada por los dichos del Otro, los de sus genitores, los abuelos, quienes le precedieron con dichos proverbiales.

Entrar en análisis implica pues introducir un “digo que” mediante el cual el analizante se va separando de esos enunciados del Otro haciendo aparecer la enunciación, el decir, de un modo masivo. Al mismo tiempo, empezará a aparecer lo impersonal de esos enunciados, de este saber impersonal que ahora podrá incluirse como la palabra de un sujeto. Es decir, el analizante va descubriendo el error, puesto que esa palabra no era sino la palabra del Otro.

Ya en el grafo del deseo encontramos un esbozo de este aforismo de Lacan puesto que anticipaba el “que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se oye” en esa voz impersonal del superyó 9:

 

El saber que Freud llama superyó puede convertirse en el saber “de alguien”. Tomando el imperativo freudiano Wo Es war soll Ich werden podríamos leerlo así: “Puedo advenir al decir olvidado de mi dicho allí donde estaban depositados los dichos del Otro”. El sujeto puede finalmente encontrar una determinación al nivel del decir, producir el decir que le permita constituir el conjunto de dichos a lo largo de la cura.

 

Vicente Palomera,
Psicoanalista en Barcelona
vpalomeralaforga@gmail.com

 

 

Notas:

  1. Lacan J., “El Atolondradicho”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 473.
  2. Lacan J., El Seminario, Libro XVII, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Barcelona, 1992.
  3. Lacan J., “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 2, Siglo XXI, México, 1984, p. 237.
  4. Lacan J., El Seminario, Libro XX, Aún, Paidós, Barcelona, p. 46. “Si no hubiese discurso analítico, seguirían hablando como cabezas de chorlito, cantando el disco-ursocorriente, haciendo girar el disco, ese disco que gira porque no hay relación sexual”.
  5. Lacan J., “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, op. cit., p. 244.
  6. Miller J.-A., Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires, 2016, p. 61. “El decir no se acopla al dicho más que en una relación que Lacan denomina mediante un neologismo: ex–sistir”.
  7. Solano-Suárez E., Tres segundos con Lacan, Gredos, Barcelona, 2021, pp. 13-22.
  8. Lacan J., El Seminario. Libro II, El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, Barcelona, 1983, p. 141.
  9. Lacan J., “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, Escritos 2, siglo XXI, México, 1984, p. 788.