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Felicidad Hernandez

El inconsciente aún, resonancias más allá del sentido

Felicidad Hernández

Afirmar que resulta imposible hablar sin el lenguaje, que somos seres hablantes y que el ser depende de la operación significante, es una obviedad.

Y sin embargo no logramos ninguna evidencia de que con el lenguaje obtengamos la certeza de ser lo que decimos ser o que logremos lo que queremos ser.

Porque si por un lado está la intención del yo en su decir, por otro lado está la intención del Otro del lenguaje, que dice algo distinto de lo que el yo quería decir. Otro con su significación enigmática, con sus equívocos, más poderoso que el yo, pero del que depende el ser.

Así, hay una imposibilidad de ajustarnos a la voluntad y a la educación, o de ceñirnos a la biología, a lo neuronal, a la objetividad de los datos o a la mecánica de la conducta. No podemos reducirnos a una existencia sin ser. Padecemos de la existencia de la lengua y no nos podemos librar de su marca originaria.

Porque, además, la existencia no es la pura presencia, no es anterior al ser discursivo, “la existencia surge del lenguaje, trabajando el lenguaje”1. Lo que llamamos el significante Uno es anterior al ser, pero no a la existencia. Este Uno es el que presidirá y condicionará el ser y todos sus equívocos, todos los semblantes del ser en el discurso. Es la marca originaria, real, sin ninguna significación ni sentido, es “como un dato primero, un Uno que merece ser llamado original porque no se puede ir más allá”2.

Es el Uno, real, que percute en el cuerpo produciendo un agujero de goce, “una turbación de goce en lo que se supone es la homeostasis del cuerpo, como imaginamos en el animal o la planta”3, y que abre al ser viviente a ser hablante que, con el aparato significante, trata de dar un sentido, hacer relación entre los significantes, sin lograr una identidad.

Un ser hablante que incluye la referencia al cuerpo como soporte del goce viviente, y que se cree tenerlo “como si fuese un objeto disponible”4.

Como nos dice Lacan, “El parlêtre adora su cuerpo, porque cree que lo tiene. En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia —consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo a cada rato levanta campamento—”5.

Porque ¿qué introduce el lenguaje en el cuerpo? “Lo que el lenguaje introduce en él es la repetición de lo Uno que conmemora un irrupción de goce inolvidable”6, que se ha marcado en el cuerpo, pero del que no se puede apropiar.

Una “repetición que se mantiene completamente al margen del sentido, fuera de él”7 y que es de la que nos lamentamos, de la que sufrimos y gozamos más allá del yo, y más allá del sujeto y sus semblantes.

Y sin embargo, o precisamente por ello, solo a través de las palabras podemos abordar el goce, a condición de desprenderlas de las significaciones, aislar los significantes del sentido y reducirlo al sonido, al equívoco, al corte de la cadena significante, para que quede “la resonancia corporal de la palabra, el eco del decir en el cuerpo”8

Pero esta resonancia, como nos recuerda Miller, pone en función el cuerpo y el lenguaje: “para hablar de resonancia, alcanza con que haya efecto de sentido. Los efectos de sentido son resonancias. En cambio, el efecto de agujero sería de un orden distinto al de la resonancia”9.

¿Entonces? Lacan, nos dice Miller, agrega lo real, lo hace el tercero del par cuerpo-lenguaje para que puedan mantenerse juntos.

Por lo que “el esquema de la resonancia estaría soportado por lo real”10que, así como pone de relieve en el cuerpo los orificios, evidencia el agujero en lo simbólico, puesto que la ausencia de la relación sexual sería el agujero en lo real.

Es decir, que un significante sin ningún tipo de sentido es la resonancia del efecto de agujero de lalengua en el ser hablante, la percusión de goce como una significación vacía.

Y es que, más allá del sentido, lo que hablar quiere decir es que Un-cuerpo se goza, y eso no hace relación. Por esto, hablamos.

 

Felicidad Hernández González,
Psicoanalista en Bilbao.
felihergon@gmail.com

 

Notas:

  1. Miller J.-A., “Introducción del ser y la existencia”, Freudiana, 76, Barcelona, 2016, p. 11.
  2. Ibid., p. 12.
  3. Miller J.-A., “El desnivel entre ser y existencia”, Freudiana, 68, Barcelona, 2013, p. 21.
  4. Miller J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2013, p. 108.
  5. Lacan J., El Seminario, libro 23, El Sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 64.
  6. Miller J.-A., “El desnivel entre ser y existencia”, op. cit., p. 21.
  7. Ibid. p. 21.
  8. Cf. Miller, El ultimísimo Lacan, p. 170.
  9. Cf. Ibid., p. 170.
  10. Ibid., p. 171.