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Myriam Chang

Emergencia de la enunciación: entrada en análisis

Myriam Chang

Suena el teléfono y alguien pide una hora para ir a ver a un analista. El día de la cita acude alguien dividido por la angustia, excedido por el desánimo, la tristeza, la rabia o cualquier otro malestar que vuelve su vida insoportable.

En alguna que otra ocasión no vuelve a una segunda cita, como en el caso de una mujer de 30 años que explica aún con mucha rabia, la vida desgraciada que ha llevado con un hombre que no ha hecho más que herirla y decepcionarla, sin embargo, añade con más alivio que ha conocido a otra mujer, con la que vislumbra una vida más feliz y con quien está dispuesta a rehacer su vida. Ninguna pregunta, ninguna duda, su rabia se ha convertido en decisión, su anhelo en voluntad. No hay aquí apertura a un análisis posible. La pregunta en este caso queda del lado del analista. ¿Qué función tuvo para esta mujer esta primera y única entrevista? ¿Una denuncia, tal vez, una reafirmación o, por otra parte, una forma de hacerse reconocer como otra más fuerte?

Paradójicamente, si las citas con el analista continúan, la serie de encuentros no aseguran de por sí la entrada en un análisis de orientación lacaniana. Lo que sí decide la entrada en un análisis es la emergencia de una enunciación en la continuidad de sus dichos. Las cadenas significantes que despliega, los enunciados, los dichos de un “paciente”-paciente en el sentido del que sufre- no dan cuenta de la implicación que tiene como sujeto en el malestar que describe y que le aqueja.

Lacan dice que “la estructura propia de la cadena significante es determinante en la atribución subjetiva, que, por regla, es distributiva, es decir con varias voces…”1; esto que es una certeza en el sujeto psicótico para quien es otro el que habla en él, que sus pensamientos le son impuestos por algún otro o bien por una máquina, el sujeto neurótico lo desconoce, sin que por ello su no saber invalide esta determinación estructural de la cadena significante. De ahí que localizar la posición del sujeto en sus dichos es una de las primeras tareas en la escucha del analista. Jacques-Alain Miller describe tres niveles a alcanzar en las entrevistas preliminares2. Una avaluación clínica, esto es el cercamiento del diagnóstico, que junto con la localización subjetiva constituirían el proceso de subjetivación. Y un tercer nivel que correspondería a la rectificación y que es el de la introducción al inconsciente.

Sara puede desenvolverse, con su mejor esfuerzo en los trabajos que ha desempeñado, no obstante, los encuentros sociales con esos mismos compañeros la dejan fuera de juego. Se debate, de manera anticipada, en el miedo y la indecisión, “¿voy no voy?, mejor si no voy”. Y cuando va la angustia la inhabilita, la deja sin palabras, se ve vista inadecuada, descubierta en sus fallos. Señalarle que la primera mirada crítica es la suya propia, aligera su angustia y le permite abordar sus recuerdos rectificando su posición en su decir.

Lacan llama rectificación subjetiva a este paso en que el sujeto emerge entre los dichos del paciente, rectificación que le permite acceder a su malestar implicando bajo su propia responsabilidad lo que atribuye a otros. La inseguridad se vuelve pregunta y su deseo se trueca en un enigma que la entrada en un análisis le puede permitir despejar. El paciente se torna así analizante.

¿Qué ocurre no obstante con los niños, siendo que ellos no deciden el momento en que han de ver a un analista? Extraño entre los niños, pero hoy en día más usual entre los adolescentes, el pedido de ver a alguien para hablarle de lo que les ocurre, se da. Pero aún si lo pide, el viraje de la rectificación subjetiva sigue siendo necesario. Y cuando sólo es traído por sus desbordados padres, el consentimiento firmado por los padres no nos exime de obtener el consentimiento del niño o del adolescente, a venir, a intentar vislumbrar en su malestar y en el de sus padres un no-saber inconsciente que lo guía más allá de su querer. Verificando así que lo que aparece en lo fenomenológico tiene su correlato en la estructura. No es falta de atención, no es mala voluntad de no hacer caso, no es llamar la atención la razón por la que no duerme. Plantearnos que algo de lo inconsciente está presente en estas conductas es lo que nos lleva a aceptar estas demandas de tratamiento no formuladas por el propio sujeto.

Noa tiene 13 años cuando accede, de manera “inocente”, a enviar una foto comprometida a su interlocutor en un chat digital. Su acto se vuelve culpa y angustia fóbica a salir. En las calles, en medio de su clase, tiene la sensación de ser mirada. No es una mirada persecutoria, pero sí que la inquieta, la llena de vergüenza y rubor. En sus sueños los chicos de One Direction, su grupo favorito, le piden cantar con ellos, se ofrece a cantar en una representación estudiantil y se apunta a una academia de baile, siempre con el sufrimiento a cuestas. Señalarle sin embargo que ella está siempre en medio del escenario, en el foco justo de atracción de las miradas que tanto la inquietan, le concilia un poco con su deseo no del todo asumido de ocupar un lugar fálico. El trabajo para ella continúa ahora en la vía de asumir si quiere lo que desea al mismo tiempo que la sensación de las miradas disminuye. Le queda el trabajo de elaborar una razón, no tan inocente, del envío de la foto.

El tema de estas XXII Jornadas de la ELP, “Lo que hablar quiere decir”, pone a nuestra disposición el espacio propicio para captar a partir de la presentación de los casos esta división entre los dichos y el decir, entre los enunciados y la enunciación.

El hacer surgir mediante una puntuación lo que circula del otro lado de la banda, por donde el sujeto circula separado del saber, lleva al sujeto a suponer un saber allí donde sólo admitía mala suerte o desgracia. La instalación de la transferencia constituye la entrada en un análisis que se oriente hacia lo real.

El mayor reto lo presentarán, por supuesto, los casos de psicosis, donde la pregunta está, en virtud de la propia defensa, aplastada por la certeza de saber, en cuyo caso, la dirección de la cura nos habrá de llevar por otros derroteros. No se tratará entonces tanto de introducir al sujeto a un saber que ya sabe, sino más bien de acompañarlo en la tarea de adquirir un modo de hacer con ese saber, y de cómo hacerlo admisible entre los otros.

La invitación está formulada, les llegará como una carta que es mejor que no permanezca en sufrimiento, sino que llegue a su destino. Está destinada a todos los que acogen estas demandas del malestar contemporáneo y que pueden mediante la exposición de los casos, conversar con otros, acerca de una clínica que es ética, que rescata al sujeto de entre el barullo de las quejas y las denuncias de un otro que les causa mal.

Myriam Chang
mcchang@copc.cat

 

Notas:

  1. Lacan J., “Una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2, Siglo XXI, México, 1975, p. 515.
  2. Miller J.-A., Introducción al método psicoanalítico, Paidós, Barcelona, 1997.

 

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