Evaporación Significante

En el capítulo IV de “Psicología de las masas”, Freud habla en un momento consigo mismo y dice su célebre frase “(…) se empieza por ceder en las palabras y se acaba a veces por ceder en las cosas”1. Es como si se dijera: no pienso ceder ante la comunidad Victoriana y cambiar el término pulsiones sexuales por la de Erotismo, a sabiendas de que así podría ahorrarse algunas objeciones. ¿Qué es ceder en las palabras sino el banalizarlas en un discurrir que logre o capte el eros de la masa? En términos Freudianos sería como: decir solo lo que el otro quiere escuchar. Ceder en las palabras le saca solidez, peso, a la cosa, y así, las palabras se evaporan, se licuan, se disipan y desvanecen la materialidad de las cosas. Esa evaporación de los significantes hace que los mismos ya no permanezcan articulados, en cadena. Armando atmósferas que sería bueno diferenciar.

La atmósfera analítica

El clima analítico implica que en su primera instancia alguien hable, que hable solo, mientras que alguien esté allí con su oreja presta a captar las diferentes capas de aquello que allí ocurre con la combinación de palabras articuladas que pretenden amar un campo de significación. “Sentido de deseo”2, lo llama Miller. Allí donde la comunicación es posible en tanto hay ligazón a la estructura del lenguaje.

El analizante pone en marcha sus palabras. Es un camino que se hace al hablar. Pero lo que se dice en análisis es de otra densidad, cuando el camino se pone en marcha, cuando la palabra circula en su resonancia entre dos, aparece la piedra en el camino,- es lo que Miller nos hizo sentir tan claramente a partir de la poesía de A.C. Drummond3. Ahí la piedra, la roca dura, cicatriz primera que Freud pudo hallar. El tope, lo que no cesa de no escribirse, borde de lo imposible, lo que no está escrito.

El análisis transcurre en el tiempo propio que permite abordar esas “Mismidades incomparables”4, (Lacan llama así a lo que permite situar los efectos de lalangue). Es el tiempo de un análisis que transcurre en desarticular los significantes agrupados a partir de un campo ficcional para ubicar en cada sujeto como lalangue impactó sobre el cuerpo en tanto acontecimiento.

La atmósfera epocal

Si partimos de pensar que en la actualidad ya no es el amo el Uno, sino que comanda lo múltiple5, podemos pensar al menos dos problemas cuando las palabras han cedido en su materialidad.

  1. Lo que echamos por la puerta entra por la ventana, dando como resultado un exacerbo de fundamentalismos (religiosos, de género o de Estados) como una proclamación de la adoración del Dios Uno y único (discursos hegemónicos que se inscriben del lado del Bien y aquello que queda por fuera pasa a integrar la serie del Mal)
  2. O por otro lado, la multiplicidad del significante, sus yuxtaposiciones, que producen como efecto la vacuidad de la palabra, y su desorientación en tanto ya no se tratan de significantes articulables en el sentido del lenguaje, de la estructura del lenguaje, sino enjambres de significantes sueltos, tan sueltos que no entran en contradicción u oposición, ya que cada uno es una unidad semántica desarticulado del otro significante. Son tan S1 sueltos que puedo decir (por ejemplo: público y privado), dos palabras opuestas en un mismo texto frente al rasgo de un mismo objeto. Sin oposición, sin paradojas, dado que no hay articulación al lenguaje común (y podríamos agregar, sin vergüenza).

En fin, como dice Miller, podemos ir más allá del Edipo (del mito e incluso del nombre del padre) si partimos de él. Porque si no partimos desde ahí, desde el más allá no se arma el conjunto y las palabras pierden su densidad, su materialidad, su consistencia necesaria para un lazo social que anude y nos permite mantenernos en un discurso con los tintes de Eros.

 

Catalina Bordón,
Miembro de la EOL,
catalinabordon@gmail.com

 

Notas:

  1. Freud S., Psicología de las masas, Tomo I, Lopez Ballestero, 1967, p. 1136.
  2. Miller J-A., Todo el mundo es loco, Paidós, 2015, p. 214.
  3. Miller J-A., El hueso de un análisis, Editorial Tres haches, 1998.
  4. Lacan J., El Seminario, libro 19… O peor, Paidós, Bs.As. 2012.
  5. Miller J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, Bs.As. 2015, p. 139.