Lengua, sonoridad y acento
Decir la lengua, es decir sonoridad, el acento que se usa al hablarla, esos sonidos precoces que remiten a la tierra natal ligada a la lengua materna. Para el psicoanálisis, la lengua no tiene nada que ver con la gramática, ni con la sintaxis, sino con los sonidos, al contrario de lo que sucede con el lenguaje que sí tiene reglas.
La lalengua, está hecha de sonidos que no tienen ni sentido, ni significación. Al nacer, incluso, antes de nacer, y de acceder a ningún sentido, hemos sido hablados, hemos estado atrapados por la dimensión puramente sonora de lalengua que se escribe en el cuerpo como acontecimiento de cuerpo, sonoridades que dejan una marca diferente para cada uno.
El laleo, ese juego con los sonidos que acaricia los oídos de un niño pequeñito, antes de que empiece a hablar y a entender lo que dice, puro goce, es la música hecha de homofonías, onomatopeyas, y entonaciones que tiene para él un enorme efecto placentero, nos muestra que todo lo que un niño oye del Otro pasa por su cuerpo
También sabemos que algunas palabras, frases dichas por alguien en nuestra infancia, pueden tener efectos traumáticos, palabras que se coagulan y pueden marcar una existencia, porque la lengua traumatiza, golpea nuestro cuerpo produciendo efectos y afectos. Seguro que tienen ejemplos de esto.
Al nacer, tenemos asignado un lugar esencial por el lenguaje: Los apellidos, si se es niño o niña, el nombre propio que puede estar muy cargado de significación, de historia familiar. Conocemos por nuestra práctica, la devastación que puede producir el que un niño porte el nombre de un hermano muerto antes de él. Este peso lo tendrá que soportar consigo toda su vida, tratando de ver cómo arreglárselas.
Una de las frases famosas de Lacan, el inconsciente es el discurso del Otro viene a decir que el núcleo de nuestro ser, es opaco para nosotros mismos, porque es el inconsciente mismo que en realidad está construido por el conjunto de palabras pronunciadas por el Otro, por los demás, a lo largo de nuestra existencia. Aunque no resulta accesible llegar al inconsciente, de forma directa, se puede atrapar y revelar en el chiste, en el sueño, en el acto fallido, en los olvidos, en los síntomas que provocan padecimiento, hasta en las repeticiones y actos que atormentan nuestra existencia. El inconsciente es eso, es la lengua que produje síntomas, traumas, acontecimiento de cuerpo. De todo ello podemos saber en un psicoanálisis, donde todo sucede en palabras, en lo que ellas dicen, en lo que ellas no dicen pero eluden, incluyendo al silencio.
Otra famosa frase de Lacan: “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”, invita a buscar el inconsciente, no en las profundidades, sino en lo que hablar quiere decir, de ahí, que a los psicoanalistas nos interese privilegiar los tropiezos de la palabra, evitando comprender demasiado para que esto no tapone el decir y pueda escucharse otra cosa. Sabemos que cuando uno habla, dice más de lo que quiere decir, algo se escabulle, allí nace la esencia del psicoanálisis.
Al hablar creemos saber lo que decimos, pero en realidad, no sabemos, es más, no queremos saber, pero a veces, al hablar, algo se escapa y puede sorprendernos o escandalizarnos. Hace poco, en el Congreso de los Diputados, en la votación de investidura, se armó un pequeño revuelo con el malentendido.
El inconsciente entraña eso, una lengua extranjera al yo, a ese yo que se piensa fuerte y autónomo, hasta cuando se abre el espacio a la sorpresa, al equivoco, al malentendido inevitable, sin el cual, por otro lado, no habría chiste, ni literatura, ni poesía; tampoco psicoanálisis.
Sí la voz materna, previa al lenguaje, es la primera música que oímos, no podemos dejar de evocar aquí, a las madres y abuelas canarias, figuras del Otro primordial, que nos arrullaron con el arrorró, la nana canaria que hecha de la lalangue, que es escuchamos s ahora, con acento canario.
Josefa Rodríguez Pérez,
Psicoanalista en Las Palmas de Gran Canarias
josefarope@gmail.com