¡¡¡¡Riiinngggg!!!!
“Por aquí me han preguntado: para qué sirve lo que hablar, y por allí me han respondido: quiere decir”. El teléfono es también uno de esos tantos juegos infantiles -por cierto, en vías de extinción- que hacen del equívoco, el disparate y el chiste las delicias del placer que producen las resonancias lenguajeras.
La infancia de nuevo, como el artista, nos lleva la delantera.
El título de las próximas jornadas de la ELP, “Lo que hablar quiere decir”1, tres verbos en una frase que comanda un “lo”, tiene música… Su sentido no se deja fácilmente atrapar, así que podemos tomarlo como un acertijo de la Esfinge, como un enigma. Dos formas verbales infinitivas y una forma verbal de la tercera persona, probablemente la impersonal: eso, ello, algo, quiere decir.
En este nudo de tres, “quiere” se destaca, es la que toma cuerpo; se precipita. Pero lo hace enredado en los otros dos verbos, en su forma infinitiva, que son atemporales, que están fuera del tiempo.
Por tanto, para el ser humano, el deseo está siempre enredado en el lenguaje. No hay querer que no esté embrollado allí.
Por eso el teléfono nos muestra a las mil maravillas que hablar y decir no son lo mismo, aunque de palabras se trate. Porque por un lado entra un dicho y por el otro apunta a un decir: el juego evidencia que esa correspondencia es un disparate. El sujeto es el prisionero del juego. El sujeto está amordazado en ese vaivén de sonido donde es mecido, llevado, transportado por la cadena de significantes. El juego revela que el sujeto es el objeto del deseo, está sujetado a la cadena. Es el sentido que Lacan dio a la palabra sujeto, aquel que está enredado, sujetado al lenguaje, y que, por eso, en consecuencia, más que hablar, somos hablados.
Este simple aparato de goce es lo que hace que en un análisis uno acuda regularmente a hablar para querer decir, y siempre fracase, porque nunca se llega a decir lo que queremos. No obstante, esa fuga, al precio de perder atrapar lo que queremos, hará emerger el deslizamiento del deseo.
Pero aún el enigma nos ofrece algo más: lo que dispara el juego y pone en marcha ese funcionamiento, es el ¡¡Riiiiinggg!!, es la llamada del Otro que está al otro lado de la línea, esperándonos, sin el cual, ningún juego, tendría ninguna gracia.
Irene Dominguez,
Psicoanalista en Barcelona
irenecolocha@gmail.com
Notas:
- Larena P., Meyer C., “Lo que hablar quiere decir” ↑