Inconsciente y transferencia: más allá del sentido

Lacan, en el apartado dedicado a la transferencia del Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, va a tratar de situar a la transferencia en un lugar que estaría por fuera del campo de las identificaciones, del saber o de los ideales, es decir, por fuera del campo narcisista, que diría Freud.

Lo que Lacan nos va a demostrar en este texto es que “la transferencia es la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente”1 . Y lo que estaría de lado de esta realidad sexual del inconsciente es la pulsión. “La pulsión es el montaje, a través del cual, la sexualidad participa en la vida psíquica”2.

Es entonces, a través de la pulsión, que podremos tener acceso a lo que realmente está en juego en el inconsciente, “la esquizia del sujeto, que se realiza efectivamente en la presencia”. Nos dirá aquí Lacan, de una forma muy poética, que la “beldad con quien uno quiere hablar se sitúa detrás de los postigos”3, no habiendo que buscarla en la alianza con el yo del sujeto. La transferencia de este lado solo conduciría a un cerramiento del inconsciente. En relación a esta forma de transferencia Lacan dirá que “la transferencia es el medio por el cual, se interrumpe la comunicación con el inconsciente”4.

Así, para que de algún modo pueda presentificarse el inconsciente en su dimensión pulsional, tendremos en cuenta la estructura fundamental de la pulsión. La pulsión, con su forma de arco y su trayecto de vaivén solo puede realizarse cuando hay un Otro. Es lo que se pondrá en marcha en el análisis, ya que el analizante depositará su objeto en el analista, pasando éste a ocupar su pareja en el fantasma. Para ello, es imprescindible que el analista pueda encarnar ese lugar de semblante de objeto.

Es entonces el analista el que debe maniobrar para que esta dimensión se haga presente. ¿Pero, de qué manera? Lacan nos avanza en “La dirección de la cura y los principios de su poder”, que “el analista deberá pagar con su persona, es decir, dejando de lado “lo que hay de esencial en su juicio más íntimo para mezclarse en una acción que va al corazón del ser”5.

“Ir al corazón del ser” quiere decir que el analista no debe responder a la dimensión transferencial del amor y la demanda, sino que debe dejar a un lado su subjetividad para hacer así intervenir a la pulsión silenciosa, lo que no será sin su presencia de carne y hueso, presencia que encarnará un lugar de semblante de objeto, posibilitando así, que la pulsión pueda manifestarse al estilo de cada analizante.

Es en el Seminario XVII, El reverso del Psicoanálisis, donde Lacan nos hablará del analista como semblante, ocupando él mismo el lugar de objeto “a”6 . El analista como semblante de objeto interviene también con el equívoco, el corte, y con su propio acto en la sesión, para hacer así aparecer la dimensión del objeto pulsional, verdadero partenaire del sujeto.

Un ejemplo de esta forma de maniobrar en la clínica nos lo trae Esthela Solano Suárez en su libro Tres segundos con Lacan7. Título encontrado por J. A. Miller cuando ella le contaba una sesión con Lacan que justo no duró más de tres segundos. Relata Esthela que en sus sesiones con Lacan, pudo entender muy pronto, que no iba para hablar de la manera en la que ella había estado habituada en sus anteriores análisis. Así, hablar del papá, la mamá, los sueños y los recuerdos de su infancia no estaba contemplado en la manera de trabajar de Lacan. Al contrario, de lo que se trataba era de cernir algo que estaba por fuera del sentido haciendo pasar la palabra a la escritura. Un fuera de sentido, que en un principio, la dejaba totalmente perpleja y contrariada. Hasta que un día, Esthela le trae un sueño a Lacan: Se trata de una mujer que venía (venait) a París. A continuación, se da cuenta del equívoco contenido en su dicho “Una mujer que quiere (veut) nace (naît) en París”8 ¡Eureka!” Ahí estaba el equívoco que le provocó un reír a carcajadas. Cuenta Esthela que fue a partir de ese día que se le abrieron las orejas y pudo cambiar su posición subjetiva, pasando cada corte a ser como un chiste, una sorpresa, un wittz.

Por fin, el taponamiento del sentido había caídocomo una cáscara, liberando la lalengua del envoltorio del lenguaje9. Jugar con el corte y el equívoco hace resonar algo por fuera del sentido, lo que implica escribir lo que se oye transformando la operación analítica en ejercicio de lectura, dando a los enunciados la consistencia de la estofa, de la materia, del hilo y la cuerda sobre la cual se trabaja para aislar el Uno solo, sin ninguna carga de sentido”10.

Como vemos, este es un ejemplo de cómo tocar lo real del inconsciente, real pulsional al que solo se puede acceder pagando un precio: el de renunciar al goce del sentido.

Maribel Sánchez,
mabelsg@msn.com

 

 

Notas:

1. Lacan J., El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1987, p.152.

2. Ibid., p. 183.

3. Ibid., p. 137.

4. Ibid., p. 136.

5. Lacan J., “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 2, Siglo XXI, 2009, p.561.

6. Lacan J., El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992.

7. Solano Suárez E., Tres segundos con Lacan, Gredos, Barcelona, 2021.

8. Ibid., p. 12.

9. Ibid., p. 13.

10. Ibid., p. 13.