Significantes cristalizados del discurso actual, la vida oculta de los cuerpos

Algo más nos tiene maniatados en cuanto a la verdad, y es que el goce es un límite. Ello se debe a la estructura misma que evocaban, en la época en que los construí para ustedes, mis cuadrípodos: el goce sólo se interpela, se evoca, acosa o elabora a partir de un semblante” 1. Hoy, esta cita de Lacan, me lleva a un libro que leí hace un tiempo: Un daño irreversible 2, libro escrito por una periodista, quien investiga el fenómeno trans, “La locura transgénero que seduce a nuestras hijas”, en las jóvenes adolescentes de los Estados Unidos. Realiza entrevistas a jóvenes, padres, profesionales de la salud, y profesionales del sistema educativo. Es un libro que enseña estadísticas pero, fundamentalmente, testimonios. Dos cuestiones, de las tantas interesantes que hay para detenerse, estudiar y debatir, me resultaron especialmente relevantes. La primera: “Autodiagnóstico es aquí una palabra clave. A diferencia de lo que ocurre con cualquier otra fuente de angustia y sufrimiento psicológicos, la persona que padece una disforia de género no puede ser diagnosticada más que por ella misma. (…) La persona transexual o transgénero sabe –genuinamente– que no encaja con su nombre, con sus órganos y su apariencia, insiste en ello y no recuerda haberse sentido nunca del todo integrada en su identidad biológica (…) nos encontramos en un lugar inédito en la historia de la medicina” 3.

Aquí se instaura un problema crucial, de confluencia y superposición de discursos, en el que hay una suerte de efecto de anulación, nada opera. Falta de operatoria discursiva, falta de significación, cuerpo a la deriva. Significantes que no representan al sujeto, no se articulan a ningún saber, ni alcanzan a anudar el cuerpo. Se presentan como una fórmula, que hay que ver, en cada caso, si toca o no en algo la contingencia corporal del goce, pero lo que muestra este libro es que ni se interviene, ni se pregunta, brota la locura de una certeza vestida de un se siente paradójicamente sin apoyatura de experiencia sexual alguna.

Enlazado a ello, va la segunda cuestión que toma esta autora: “Nunca antes la identificación como transgénero había precedido a la experiencia de la disforia de género en sí” 4. “Muchas nunca han besado a nadie, ya sea chico o chica. Según la terapeuta Sasha Ayad, cuya consulta se dedica en gran medida a tratar adolescentes que se identifican como transgénero, muchas nunca se han masturbado. Para ellas su cuerpo es un misterio…” 5.

Me pregunto entonces, retomando la cita del comienzo, si estos fenómenos trans podrían funcionar en algún registro como un semblante, y si no constituiría un fracaso para abordar el cuerpo, pero sí podría pensarse como una nueva forma de lazo social. Lazo cimentado en una imagen, que destierra un decir.

Renata Cuchiarelli,
psicoanalista en Andorra
renata_cuchiarelli@hotmail.com

 

 

Notas: 

  1. Lacan J. El seminario, libro 20. Aún. Paidós, Buenos Aires, 2010. p. 112.
  2. Shrier A. Un daño irreversible. La locura transgénero que seduce a nuestras hijas. Deusto. 2021.
  3. Ibid., p. 18, 19.
  4. Ibid., p. 79.
  5. Ibid., p. 38.