“La lengua privada del sujeto no es nunca tan única como lo sostiene el sueño de la lengua materna», Eric Laurent1

¿Cómo despertar del sueño de la lengua materna? Si la experiencia analítica nos enseña algo al final de sus recorridos, es la producción de una lengua desmaternalizada. Es decir, la caída de las significaciones, los desanudamientos o détachement de sentido y letra, proyectan el encuentro con una lengua propia, una lengua cubierta de equívocos.

La lengua materna toca el cuerpo, lo marca en tanto pérdida y es la primera “efusión pulsional”2, el primer acontecimiento de cuerpo que contrasta con la lalangue, que le da su soporte. Son los primeros cuidados que ha tomado la madre para enseñar al niño a hablar. El marasmo en los orfanatos del siglo XIX, esencialmente en Rusia, dan cuenta de la importancia de ese acto que en su ausencia afectiva provocaba la muerte. La lengua materna es una construcción de una función del lenguaje, secundaria a la experiencia de lalangue. La lengua materna es una lengua que habla de otra.

Lalangue, advierte J.C Milner, “es lo que hace que una lengua no sea comparable a ninguna otra en tanto que, precisamente, ella no tiene otra, en tanto que lo que la vuelve incomparable no sabría decirse”3. Precisamente por su condición que resiste a decirse, el lugar de su precisión es lo real del equívoco.

Sobre estas coordenadas entonces, el análisis es una experiencia de empobrecimiento del sujeto en cuestiones de palabras. “Bienaventurados los pobres”4, dice Serge Cottet. La asociación libre empuja al sujeto a la nostalgia de aquello soñadamente perdido con la lengua y nos invita a participar de la inflación de sentido, del banquete de la novela familiar, en definitiva, de una enunciación cargada de goce precisamente por estar conformada de lengua materna. Sin embargo, a partir de la última enseñanza con Lacan la significación se desdibuja y la letra se separa del sentido. La materialidad del lenguaje se hace presente con otras funciones más allá del sentido y la significación.

Sin embargo, el analizante en lengua extranjera, está privado de esta satisfacción en la mesa de la lengua materna. Tiene que hacer con una lengua que no es la materna, pero que dará cuenta de ella en tanto aquello que se impone o cae del lado de una elección forzada. Este es el caso de AEs que deciden cambiar de lengua a lo largo de su recorrido analítico. Domenico Cosenza, por ejemplo, testimonia sobre el segundo momento de análisis “cuando el soporte de la propia lengua no era suficiente para el decir”: Esta elección también corresponde al encuentro del significante materno en un sueño sobre la “agitation de la mer/mère” y la lengua extranjera toca con el equívoco, que no tiene que ver con el sentido, sino como efecto de goce.

También es el caso de Mauricio Tarrab, quien decide “cruzar el océano” para un segundo momento de análisis. Su nombre había sufrido modificaciones hasta establecerse en “Morís” [Maurice, en francés; Mauricio, en español], con claros efectos de afrancesamiento confeccionados por los dichos de su madre. Esto último, junto a la oscilación homofónica, una tilde y ciertos juegos infantiles, habían dejado en lúcida e incuestionable evidencia que la muerte era convocada al nombrarlo en la lengua romance.

Lo Babel del dispositivo del pase, como lo plantea E. Laurent en este escrito, da cuenta del Babel que acontece en el sujeto entre lalangue y la lengua materna. Una conversación permanente imposible de decirse, pero que resuena con estruendo desde la primera y cobra voz, se encarna en la segunda. Una permanente conversación al estilo de Babel en el que el analizante se encuentra concernido, cualquier analizante.

Sin embargo, emerge en la experiencia de análisis entrelenguas una cierta oportunidad de enriquecimiento, como lo dice Lacan sobre la relación del significante y el significado con Joyce “viene a trufar a la otra, abriendo a otras significaciones”5. Asimismo, se efectúa una promoción hacía otras resonancias asemánticas, aquellas que dejan caer el sentido del significante y descubren la letra de goce, descubriendo con ello “el imperio del equívoco”, como es traído por Laurent en este escrito a partir del testimonio de Sonia Chiriaco, imperio de lalangue que no deja de resonar y que permanece independiente de la lengua utilizada en el análisis.

Carolina Salinas,
psicoanalista en Alicante
carolinasalinas@hotmail.com

 

Notas:

  1. Laurent E., “El Pase entre las lenguas o Decir de Babel” Freudiana nº 61, Barcelona, 2011, p. 41.
  2. Vicens A., “La lengua materna, lalangue, trauma”, Freudiana nº 93, Barcelona, 2023, p.78.
  3. Milner J. C., El amor por la lengua, Editorial Nueva Imagen, México, 1980, p. 23.
  4. Cottet S., “Elogie de l´analyse en langue étrangère”, L´information psychiatrique vol. 83, nº 9, París, 2007.
  5. Lacan J., El Seminario, Libro 20 Aún, Paidós, Buenos Aires, 2012, p 49. En la versión en español no tiene la precisión de “vient truffer” que posee la versión francesa, ya que lo traduce como “rellenar como picadillo”.