Psicosis y decir
A los fines de esclarecer el tema de nuestras Jornadas, lo que hablar quiere decir, escogí una frase de la clase 23 del Seminario sobre las Psicosis que me obligó a poner de mí parte, para hacerla útil a mi fin. Se trata de una advertencia más de Lacan a los analistas:
“Vuestro oficio de psicoanalistas bien vale que se detengan un momento en qué quiere decir hablar (…).
No es algo que se pueda objetivarse por completo, formalizarse, está a nivel de lo que se escabulle, allí donde menos les gusta detenerse, cuando es donde yace lo esencial de lo que sucede cuando están en relación con el discurso del otro”.1..
Aunque Lacan aún no ha elaborado la lógica de la sexuación, lo que hará en el Seminario 20, ya en este párrafo del Seminario 3 da a entender que no todo puede ser dicho, algo se escabulle en lo que se dice y es ahí donde está su esencia. Es una manera de referirse a lo que más tarde será el agujero en lo simbólico, lo real en lo simbólico.
“Lo que hablar quiere decir” invita a diferenciar entre enunciado y enunciación, a pensar cómo leer el uso de algunas palabras cuando abordamos la clínica, dado que la palabra nos habita, parasita, traiciona, mortifica, golpea nuestros oídos, toca al cuerpo, pero también produce discordancia con el lenguaje común.
En su encuentro con la histeria, Freud inaugura una práctica del decir alejada de otros discursos que no dan cabida al inconsciente. Desde entonces, el discurso analítico, rompe con los ideales que abandera el discurso de la salud mental en todas aquellas situaciones donde el yo, a pesar de ser presentado como dueño y señor de sus actos y sus pensamientos, no es el artífice del discurso, escapa la voluntad del decir.
El yo no domina lo que dice, el decir se sustrae a cualquier intento de control objetivo, se escabulle, existiendo una distancia entre hablar y decir, brecha que separa lo que se dice de lo que se está diciendo. Esto para la clínica de la neurosis, donde lo que se escabulle está en la enunciación que habla entre líneas, aunque puede ser leída. Hay allí, “la carretera principal”, en palabras de Lacan, la metáfora que hace operar la función paterna, dejando lugar a la interpretación que no puede ser concebida por fuera de la cadena significante.
¿Qué ocurre cuando falta la carretera principal? ¿Podemos deducirlo del delirio de Schreber? Que la referencia escogida para comentar figurase en un texto sobre la psicosis, me interrogó sobre cómo se juega el decir en la psicosis. El mismo título de las Jornadas, me retrotrajo a un caso clínico en los comienzos de mi práctica en el que una niña de 6 años, no cesaba de hablar, para no decir nada, causando gran desconcierto en el Otro.
Como parlêtre, hablaba a las manos, en ese movimiento inventaba palabras, neologismos que parecían seguir sus propias reglas, pero que no entraban en el terreno de la significación. Esta modalidad de la palabra fue empujada a una normalización perturbadora, hasta que fue acogida por una analista que trabajaba en salud mental.
Para ella se trataba de un juego divertido con las palabras, con la homofonía, automatismos que la mantenían entretenida, mientras se escuchaba una demanda insistente del Otro para hacerla acallar. Era corregida, todo el tiempo, principalmente, por la madre, quién prohibía esa ganancia de placer. En palabras de Freud, no destinada a la comunicación, su lengua privada. Al no funcionar la metáfora paterna, la invasión de goce se traducía en el uso neológico del lenguaje. En el Seminario 3, Lacan dirá: “el psicótico ignora la lengua que habla”2. El psicótico habla y a veces habla mucho, está dentro del lenguaje, pero fuera del discurso, sin poder armar cadena, sin S1-S2.
Llamó mi atención, la ausencia de punto de capitón, la detención de la significación con la fórmula que reitera, el estribillo como palabra vacía, y las frases interrumpidas:
“Hay chembimbi que son piedras para la granja, piedras que tienen madrea. Voy a contarte una historia, había una vez Fuerteventura que era una isla y allí tenía una casa de granja parecida a un ……y su amigo, pues allí había unas piedras que se llamaban cembum de cobre. Firmación, una asociación que tiene emisaria que tiene que llamar al teléfono. Tú necesitas trabajar para curarte el dedo. Tengo un colmillo grande que me duele, tócamelo. Cristina va también a la totación de mañana y es física. En la totación Jinámar tienes que pagar si no vas una rototofia. El jefe se llama Michael Jackson. Un poquito lejos está la sotación, allí está Lorena, casada con Michel Jackson. Se le perdió el cepillo de dientes en la jotocibulli, un colegio con habitaciones un poquito más lejos”.
El goce opaco que excluye el sentido, las seguidillas de neologismos que brotaban de su alegre parloteo, suscitaron la pregunta por el diagnóstico y por la dirección de la cura. ¿Cómo intervenir cuando se habla más para gozar que para decir, tratándose aquí de parloteo, de la palabra gozada? No me atreví a marcar un riguroso diagnóstico de psicosis en aquel momento; la ubiqué como una niña enigma, manteniendo abierta la pregunta por el diagnóstico hasta que se fue dos años y medio más tarde.
Tomé nota de sus dichos, en posición de secretaria, al mismo tiempo que trataba de desalentar la deriva metonímica con escansiones, modulaciones, preguntas y cortes de sesión para que se hiciera entender, produciendo cierta localización del sujeto respecto a sus dichos, con la necesaria separación del Otro materno.
Este caso, no olvidado por su carácter paradigmático, tuvo efectos clínicos sorprendentes, pero dejó abiertas algunas preguntas, a relanzar en la investigación.
¿Cómo se pone a prueba el decir en la clínica de la psicosis? ¿Qué nos enseña la psicosis sobre lo que hablar quiere decir? Se podría pensar que la forclusión del Nombre del Padre, con la carencia del efecto metafórico, al provocar un agujero en el lugar de la significación fálica, produce un defecto que da a la psicosis su carácter esencial, quedando el “querer decir”, alterado.
Josefa Rodríguez Pérez,
Psicoanalista en Las Palmas de Gran Canaria.
Josefarope@gmail.com
Notas: