«Vueltas hacia adelante». Entrevista a los artistas Florencia y Pepe

Florencia del Campo es una escritora argentina que vive en Madrid. Es editora por la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), donde también se formó en la carrera de Letras. Publicó las novelas La huésped (Baltasara editora y Base editorial, 2016), Madre mía (Caballo de Troya, 2017) y La versión extranjera (Pretextos, 2019). En poesía, Mis hijas ajenas (Sloper, 2020) y Las casas se caen en verano (Graviola, 2022). En literatura infantil y juvenil: Soy (Editorial Barrett, 2020), además de varios álbumes ilustrados. Imparte talleres y cursos de escritura en diversas instituciones públicas y privadas.

José Enrique Ema es profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Castilla La Mancha en Talavera de La Reina. Está interesado en las transformaciones de la subjetividad contemporánea y ha participado en diferentes proyectos musicales.

Les escuchamos: «Ida Vuelta» (audio)

 

Shaila García Catalán: ¿Qué os lleva hasta vuestro encuentro en el trabajo de estas piezas sonoras?

Florencia del Campo: Pepe y yo llevamos años comentando teóricamente algunas cuestiones que nos interpelan a ambos. Una de esas cuestiones tiene que ver con el decir, con las grietas que se abren en el intento de nombrar. Yo, como escritora, exploro ese tema en todo lo que escribo porque habito en carne propia esa paradoja. Me refiero a la paradoja de que decir es imposible y sin embargo algo se dice. Escribir es imposible, y algo escribo. En el encuentro con Pepe tuve la posibilidad de explorar esto mismo que hasta entonces solo había explorado desde la escritura, ahora junto a él desde otra disciplina: las piezas sonoras. En el encuentro de la música con la palabra comenzamos esta aventura, este explorar, para dar cuenta de que en el fracaso, en el fallo, está precisamente lo único que va a poder “saciar” algo del deseo.

José Enrique Ema (Pepe): Sí, y este encuentro tiene que ver también para mí, paradójicamente, con una voluntad de escapar de la teoría (y del discurso académico), para explorar otras formas, sonoras y musicales, de hacer con el sinsentido en una exploración más experimental y diferente a la de la música más “convencional” que he venido practicando de manera amateur en en los últimos años.

SGC: ¿Cómo es vuestro proceso de trabajo?

Florencia: Somos muy rigurosos en nuestra metodología de trabajo, y muy exigentes con ella, es decir, con nosotros mismos. Nos juntamos una vez por semana desde hace un par de años a trabajar algunas horas en la composición de las piezas. El proceso es,s primero pensar y pulir la idea. Ver con qué materiales vamos a contar, qué nos apetece explorar. Luego pensamos una estructura para la “canción”. Definimos cuál es la introducción del tema, cuál el estribillo, cuál el puente, cuál será la narración. Pensamos el ritmo, buscamos sonidos, etcétera. Hay una parte más técnica y más específica del campo de la música en la que Pepe manda porque es él el que tiene el conocimiento musical y técnico, de la tecnología que manejamos para el armado de las piezas.

Pepe: Sí, y creo que parte de la gracia del proceso también está en afrontar este trabajo a cuatro manos interrumpiendo un poco nuestras experiencias previas en el intento de inventar un sensibilidad estética compartida que es a la vez descompletada por el otro. Aquí entonces nuestras diferencias (artísticas, técnicas…) previas son una oportunidad y un estímulo.

SGC: Me interesa vuestra operación de montaje. ¿Qué encontráis o perdéis en el collage?

Florencia: Hacer estas piezas sonoras no es tan diferente de escribir, para mí. Es decir, una llega siempre con ideas, con materiales que quiere incluir en eso que está armando, y luego se da cuenta de que hay cosas que no caben, hay cosas que sobran, hay cosas que solo funcionan teóricamente pero luego no en la obra, etcétera. Como bien dices, montamos cosas que recortamos para luego disponerlas de otro modo, en una especie de collage, y alcanzar la pieza sonora que buscamos. Esas cosas que montamos son voces, son grabaciones propias o de archivo o banco de sonidos, son ruidos, son fragmentos de podcasts, son audios de whatsapp, son recortes de una canción, documental o radio, son máquinas (una contestadora automática, un robot de Duolingo…). En fin, son recortes, piecitas, que compondrán la pieza. Encontramos diálogos, encontramos tensiones (entre lo humano y la máquina, entre lo artificial y lo natural, entre el fallo y el sentido…), pero también perdemos cosas, sí, supongo que eso que no podemos pescar, que no se alcanza. En cualquier caso, nunca queremos alcanzar el sentido o la totalidad. Precisamente la búsqueda es siempre por el fallo, por la grieta, por la fisura. Se pierde y se gana en esos intersticios siempre.

Pepe: A diferencia de la música tocada en directo, aquí puedes volver y revolver sobre tu obra, escuchar, cambiar, corregir… Desechar ideas que has puesto en práctica, para poder concluir. Así que, sí, la necesidad de tener un resultado nos obliga a pasar por la pérdida de algo en el camino.

SGC: En el fuera de campo de esta entrevista, hablando sobre vuestro trabajo con la materialidad sonora, Florencia, comentabas que en tu escritura es fundamental algo del orden de la repetición. ¿Podrías hablar un poco más sobre eso?

Florencia: Más que de repetición hablé de reescritura. Hay cierta operación de reescritura al corregir lo que se escribe. Corregir es volver sobre el texto una y mil veces (sobre todo en el proceso ya de corrección final o de edición) y claro que ese volver es repetitivo. Pero también hablaba de una repetición más macro, que es la idea de que “repito” siempre el mismo libro. O escribo siempre el mismo libro porque lo que repito es el tema, o la pulsión, o el deseo de decir y la certeza de que fracasaré otra vez. Es decir, reescribo mis libros, quizá. O un libro viene a reescribir el anterior. Sí, es repetición y es reescritura. Pero de nuevo la paradoja: el lenguaje no puede decir eso que es indecible. Siempre está un paso por detrás de la experiencia: es incapaz de dar cuenta de ella y sin embargo solo tengo esa herramienta, esa materia prima (la palabra), para dar cuenta de ella. Entre lo que se quería decir y lo que se dijo sucede el hecho artístico. Solo queda repetir, intentarlo de nuevo, fracasar de nuevo. Las piezas sonoras vienen precisamente a jugar con esto: ellas tampoco pueden, pero además hablan de ese no poder, y si digo que hablan, entonces, digo que no hablan, que no llegan, que no alcanzan. A estas reflexiones teóricas me refería en la primera pregunta.

SGC: Pepe, has comentado que tu trabajo con la música es como lanzar una piedra que vuelve…

Pepe: Para mí es también constatar que lo que uno va llegando a ser va por detrás de sus obras (palabras, o canciones en este caso). Uno lanza la piedra (por ejemplo, un sonido nuevo, un efecto sonoro… ) y luego vas detrás de ella improvisando y tratando de hacer algo con las consecuencias de ese lanzamiento (cómo afecta eso al resto del tema, a su dirección o intención). Como un proceso de ida y vuelta en el que la vuelta no vuelve hacia atrás, en el sentido contrario a la ida, sino hacia adelante. Uno vuelve a insistir de otra manera, la vuelta, después de la primera (hu)ida.

SGC: En vuestras piezas parece que aparece un sujeto prendado en el péndulo de la espera del Otro…

Florencia: En nuestras piezas aparece un sujeto obsesivo que repite, y un sujeto neurótico que espera, sí, puede ser. Como aparece el fracaso, el Otro no aparece. Habrá que seguir esperando… Y si aparece, aparece para el desencuentro. No hay nada del Otro que pueda calmar ese vacío que produce el habla en el sentido más amplio (el silencio, el balbuceo, el fallo, la verborragia…).

Pepe: Puede ser que espere al Otro, pero no está parado o resignado mientras no llega.

SGC: Los límites del sonido no son claros. En “Tres ensayos sobre la sexualidad infantil” Freud decía que los niños pueden espiar con las orejas y Lacan afirma que la oreja es el orificio más importante porque es imposible de cerrar. ¿Cómo resuenan en vosotros estas cuestiones?

Florencia: Hay algo del orden de la escucha que se juega muy evidentemente en las piezas sonoras. Y esto me remite al psicoanálisis, claro. Lo digo como analizante. Por otra parte, también, esto de no poder cerrar me lleva a la idea de sentido, es decir, no poder cerrar el sentido: el intento infinito, la palabra chicle, el habla estirada, que no dice nada, que es sonido. Y ahí vuelvo a la palabra “sonido” del enunciado de la pregunta: nos interesa precisamente trabajar con el sonido de las cosas, más que con el sentido o la utilidad. Es decir, de algo que dice alguien nos puede interesar mucho más la voz en sí misma que el significado de lo que dice, o de un microondas no nos interesa que calienta la comida, sino el ruido que hace y qué dice ese ruido de lo casero, de lo cotidiano, del mundo.

Pepe: Eso, los límites del sentido alrededor del sonido no están claros y la imposibilidad de cierre (del sentido en el sonido) es también una cualidad muy atractiva… y adictiva. Hay un disfrute también en la repetición (sonora) que no cierra, que cambia a la vez que insiste en permanecer, y que está en la escucha de una pieza no sólo como oyente, sino también en el proceso de su elaboración y corrección de ida y vuelta.

SGC: ¿Podéis decir algo sobre el momento en el que concluís la pieza sonora?

Florencia: Cada pieza lleva mucho tiempo, la verdad. Mucho tiempo de trabajo conjunto, y luego mucho tiempo de Pepe a solas puliendo los detalles técnicos y musicales, que me consta que es mucho más tiempo. Para mí, concluir una pieza es poner un límite. Aceptar un fracaso y la culminación de un deseo. Me pasa lo mismo cuando escribo: no se termina de escribir un libro cuando ya se dijo todo lo que se quería decir o cuando ya quedó perfecto. Se termina cuando no se puede más y no se quiere más. Cuando se acepta que eso es lo único que ese libro puede decir; cuando se abraza la grieta. A mí el deseo me marca muchísimo ese “hasta acá”. Yo siempre llego a un punto donde ya no deseo seguir explorando ahí porque estoy en cierta “paz” con el fracaso que alcancé. Y ese momento de no desear seguir es en realidad el deseo total: el surgimiento de otro deseo. No deseo seguir con esa pieza porque me muero por comenzar otra. Igual con los libros. Es la reescritura o la repetición de la que hablábamos antes…

Pepe: Yo he tenido que aprender, también gracias a Florencia (como artista con experiencia en cerrar, y como compañera “otra” de un proyecto compartido), a poner un límite a mi adicción a la repetición sonora.

 

Shaila García Catalán,
Socia de la ELP (sede Valencia),
scatalan@uji.es